jueves, 30 de agosto de 2007

soñar

Al mirar el mundo que me rodea me detengo. Me detengo a pensar por un instante. Siempre hago eso (lo de pensar) en los lugares menos adecuados. Por ejemplo me gusta pensar en los baños, a veces me encierro en los baños de la facultad a pensar, de pie, pegada a una de las “murallas” de los pequeños cubículos, y miro hacia arriba, por la rendija entran luz y voces. No tengo muy claro si me escondo o sólo pienso, talvez hago ambas cosas, es difícil pensar cuando todos te ven, cuando todos observan tus caras de consternación, pena, alegría o rabia, cuando cualquiera puede mirar tu cara de nada (que es la cara que pongo yo cuando pienso).
También me gusta pensar cuando voy en el metro, me abstraigo mucho, a veces demasiado, tanto que me asusto un poco, sobre todo cuando, de regreso a mi realidad, me doy cuenta de que estoy en estación república cuando me tendría que haber bajado en estación central, y entonces me de vergüenza realmente hacer cambio de andén y devolverme, así que me bajo del tren y vuelvo caminando, nuevamente abstraída entre el humo, los bocinazos y los olores de este gran Santiago.
Muchas veces me da por pensar mientras leo, donde sea que lo haga, y eso si que es malo, porque aunque me gusta mucho leer, a nadie le agrada tener que releer una, dos y hasta tres veces lo que mira porque un pensamiento se cruzó entre los ojos y el texto e impidió la comprensión. Eso siempre me pasa, por eso me demoro en leer. Bueno, también me demoro porque soy un poco lenta, pero eso es parte de mi naturaleza.
La verdad, muchas de las veces pienso solo en cosas banales, o no sé si banales, pero de poca trascendencia para el resto, pero muy importantes para mí, obviamente (aunque a veces pienso solo sobre cosas que realmente no tiene mayor importancia, ni siquiera para mí). No sé si soñar despierta sea una forma nueva de pensar, creo que no, pero yo suelo soñar despierta, imaginarme situaciones extrañas y lindas de las que muchas veces soy protagonista, sueño por ejemplo con viajes y con encuentros casuales, con mi hermano cuando sea más grande y con el futuro del mundo, sueño con lo que “seré de grande” y con los miedos que atormentan mi pasado, dejándolo en sombras fantasmales. Sueño muchas cosas interesantes, a diferencia de cuando sueño dormida, y siempre “despierto” un poco feliz y un poco confundida y un poco dolida de que no sea cierto, de que solo sea un sueño.
A veces me imagino como sería el mundo sin guerras y me doy vueltas y vueltas en mis utopías de niña-mujer, basadas en Ami, el niño de las estrellas y en el Principito. ¿Cómo sería el mundo sin dinero?, ¿Seríamos, de una vez por todas, felices y completos?, Supongo que si, esa es mi apuesta, mi esperanza, mi ilusión, mi utopía. Probablemente nunca compruebe empíricamente mi teoría, no creo que el hombre esté “tan mal” como para volverse “bueno” mientras yo viva, pero tengo la esperanza y eso me convierte en rebelde, me niego a renunciar a mi derecho más humano, mi derecho a soñar, despierta o dormida, en le metro o en los baños públicos. Con smog o malos olores, no me importa, es mi derecho y lo ejerzo, al menos aun no cobran por soñar.

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