El aire frío inundaba el vagón, por primera vez en mucho tiempo probablemente, era de esas pocas horas al día en que el tren no estaba atestado de personas. Le dolían los dientes, talvez por el mismo frío que la recorría, habría preferido mil veces no tenerlos, chocar contra el suelo del tren y quitárselos de una buena vez. Pero no lo hizo, nunca hacia lo que pensaba.
miércoles, 22 de agosto de 2007
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