Cada vez que se veía dentro de los ojos de él, temblaba. Un escalofrío le recorría el cuerpo y un sudor frío mojaba su frente; la comisura de sus labios se volvía rojo intenso y sus propios ojos estaban siempre a punto de naufragar en una tormenta de lágrimas. Sentía sus manos sudorosas y tartamudeaba al hablarle. Él sonreía, con obstinada paciencia, y, en un intento precario por tranquilizarla, le hablaba de temas banales o profundos, según fuese su ánimo, comentándole a cerca del clima y de lo poco verídico que le resultaba Dios. Ella lo amaba, y él lo sabía, o al menos lo intuía: su humildad le impedía apropiarse un sentimiento tan bello. Él, con el tiempo, se enamoró de sus temblores matutinos, de sus labios rojos e hinchados, de sus manos mojadas, de su piel de gallina. Se enamoró de su timidez y de su pudor. Un buen día ella decidió que el miedo se quedaría en casa, que saldría con toda la poca valentía acumulada y le diría la verdad, que lo miraría a los ojos y sin temblar, sin ningún tropiezo le diría que lo amaba. Y lo hizo, nunca supo muy bien como, pero lo hizo. Él la miró, una vez, dos veces, diez veces, y no pudo reconocerla sin su timidez, sin sus ojos inundados de lágrimas, sin su frente humedecida, la miró nuevamente y le dijo, disculpe señorita, ¿cómo pudo usted enamorarse de mi, si jamás cruzamos palabra? Lo siento, pero yo ya amo a otra.
viernes, 31 de agosto de 2007
jueves, 30 de agosto de 2007
soñar
Al mirar el mundo que me rodea me detengo. Me detengo a pensar por un instante. Siempre hago eso (lo de pensar) en los lugares menos adecuados. Por ejemplo me gusta pensar en los baños, a veces me encierro en los baños de la facultad a pensar, de pie, pegada a una de las “murallas” de los pequeños cubículos, y miro hacia arriba, por la rendija entran luz y voces. No tengo muy claro si me escondo o sólo pienso, talvez hago ambas cosas, es difícil pensar cuando todos te ven, cuando todos observan tus caras de consternación, pena, alegría o rabia, cuando cualquiera puede mirar tu cara de nada (que es la cara que pongo yo cuando pienso).
También me gusta pensar cuando voy en el metro, me abstraigo mucho, a veces demasiado, tanto que me asusto un poco, sobre todo cuando, de regreso a mi realidad, me doy cuenta de que estoy en estación república cuando me tendría que haber bajado en estación central, y entonces me de vergüenza realmente hacer cambio de andén y devolverme, así que me bajo del tren y vuelvo caminando, nuevamente abstraída entre el humo, los bocinazos y los olores de este gran Santiago.
Muchas veces me da por pensar mientras leo, donde sea que lo haga, y eso si que es malo, porque aunque me gusta mucho leer, a nadie le agrada tener que releer una, dos y hasta tres veces lo que mira porque un pensamiento se cruzó entre los ojos y el texto e impidió la comprensión. Eso siempre me pasa, por eso me demoro en leer. Bueno, también me demoro porque soy un poco lenta, pero eso es parte de mi naturaleza.
La verdad, muchas de las veces pienso solo en cosas banales, o no sé si banales, pero de poca trascendencia para el resto, pero muy importantes para mí, obviamente (aunque a veces pienso solo sobre cosas que realmente no tiene mayor importancia, ni siquiera para mí). No sé si soñar despierta sea una forma nueva de pensar, creo que no, pero yo suelo soñar despierta, imaginarme situaciones extrañas y lindas de las que muchas veces soy protagonista, sueño por ejemplo con viajes y con encuentros casuales, con mi hermano cuando sea más grande y con el futuro del mundo, sueño con lo que “seré de grande” y con los miedos que atormentan mi pasado, dejándolo en sombras fantasmales. Sueño muchas cosas interesantes, a diferencia de cuando sueño dormida, y siempre “despierto” un poco feliz y un poco confundida y un poco dolida de que no sea cierto, de que solo sea un sueño.
A veces me imagino como sería el mundo sin guerras y me doy vueltas y vueltas en mis utopías de niña-mujer, basadas en Ami, el niño de las estrellas y en el Principito. ¿Cómo sería el mundo sin dinero?, ¿Seríamos, de una vez por todas, felices y completos?, Supongo que si, esa es mi apuesta, mi esperanza, mi ilusión, mi utopía. Probablemente nunca compruebe empíricamente mi teoría, no creo que el hombre esté “tan mal” como para volverse “bueno” mientras yo viva, pero tengo la esperanza y eso me convierte en rebelde, me niego a renunciar a mi derecho más humano, mi derecho a soñar, despierta o dormida, en le metro o en los baños públicos. Con smog o malos olores, no me importa, es mi derecho y lo ejerzo, al menos aun no cobran por soñar.
También me gusta pensar cuando voy en el metro, me abstraigo mucho, a veces demasiado, tanto que me asusto un poco, sobre todo cuando, de regreso a mi realidad, me doy cuenta de que estoy en estación república cuando me tendría que haber bajado en estación central, y entonces me de vergüenza realmente hacer cambio de andén y devolverme, así que me bajo del tren y vuelvo caminando, nuevamente abstraída entre el humo, los bocinazos y los olores de este gran Santiago.
Muchas veces me da por pensar mientras leo, donde sea que lo haga, y eso si que es malo, porque aunque me gusta mucho leer, a nadie le agrada tener que releer una, dos y hasta tres veces lo que mira porque un pensamiento se cruzó entre los ojos y el texto e impidió la comprensión. Eso siempre me pasa, por eso me demoro en leer. Bueno, también me demoro porque soy un poco lenta, pero eso es parte de mi naturaleza.
La verdad, muchas de las veces pienso solo en cosas banales, o no sé si banales, pero de poca trascendencia para el resto, pero muy importantes para mí, obviamente (aunque a veces pienso solo sobre cosas que realmente no tiene mayor importancia, ni siquiera para mí). No sé si soñar despierta sea una forma nueva de pensar, creo que no, pero yo suelo soñar despierta, imaginarme situaciones extrañas y lindas de las que muchas veces soy protagonista, sueño por ejemplo con viajes y con encuentros casuales, con mi hermano cuando sea más grande y con el futuro del mundo, sueño con lo que “seré de grande” y con los miedos que atormentan mi pasado, dejándolo en sombras fantasmales. Sueño muchas cosas interesantes, a diferencia de cuando sueño dormida, y siempre “despierto” un poco feliz y un poco confundida y un poco dolida de que no sea cierto, de que solo sea un sueño.
A veces me imagino como sería el mundo sin guerras y me doy vueltas y vueltas en mis utopías de niña-mujer, basadas en Ami, el niño de las estrellas y en el Principito. ¿Cómo sería el mundo sin dinero?, ¿Seríamos, de una vez por todas, felices y completos?, Supongo que si, esa es mi apuesta, mi esperanza, mi ilusión, mi utopía. Probablemente nunca compruebe empíricamente mi teoría, no creo que el hombre esté “tan mal” como para volverse “bueno” mientras yo viva, pero tengo la esperanza y eso me convierte en rebelde, me niego a renunciar a mi derecho más humano, mi derecho a soñar, despierta o dormida, en le metro o en los baños públicos. Con smog o malos olores, no me importa, es mi derecho y lo ejerzo, al menos aun no cobran por soñar.
lunes, 27 de agosto de 2007
Desolación
De noche todo se hacia más difícil, la oscuridad siempre les dio miedo. Ultimamente no entendían nada, el reloj ya no andaba y, realmente, la hora ya no importaba. -El tiempo lo inventó el capitalismo- vociferaba el hombre, al cual la vejez se aferraba como una lapa, desde la ventana y los vecinos lo miraban sin entender. Ese mismo tiempo los llevó a aislarse, ya casi no salían, de hecho, ya casi no comían. Poco a poco se fueron transformando en parte de los muebles. La mujer nunca se levantaba de la mecedora, y a veces, había que mirarla dos veces para descubrirla dentro de la silla. El niño siempre estaba triste y le colgaban los mocos y las lágrimas, siempre tosiendo, siempre con alergia. La delgadez le carcomía sus huesos pequeños y deformes, su alma dolida y morbosa. El hambre era ya casi un juego, el que aguantaba más tiempo sin que el estómago rugiera en una clamor inhumano en búsqueda de alimento, ganaba; el agua sucia que consumían, mojaba el suelo desde la llave del patio de luz que en algún momento fue fuente de vida y ahora era foco de infecciones. Cadáveres de ratas, de palomas y de niños. Desolación y tristeza. Sin embrago, el patio de luz brindaba luz, un haz opaco y húmedo, pero luz al fin y al cabo, una luz que no contrastaba con todo lo oscuro que allí habitaba.
edades
-¿Cómo van a ser nuestros nietos?
-A mi me preocupa más si seremos buenos abuelos.
-Yo pienso que eso no es tan importante.
-¿Cómo no?
-Al final uno es como es, no puede ser de otra forma, y nosotros en treinta años seremos los mismos, con nuevas mutilaciones y arrugas, pero los mismos.
-¿Y cómo somos ahora?
-Eso si que no tiene importancia.
-¿Cómo no va a tener importancia?
-Simple, somos los mismos que seremos en treinta años más.
-A mi me preocupa más si seremos buenos abuelos.
-Yo pienso que eso no es tan importante.
-¿Cómo no?
-Al final uno es como es, no puede ser de otra forma, y nosotros en treinta años seremos los mismos, con nuevas mutilaciones y arrugas, pero los mismos.
-¿Y cómo somos ahora?
-Eso si que no tiene importancia.
-¿Cómo no va a tener importancia?
-Simple, somos los mismos que seremos en treinta años más.
miércoles, 22 de agosto de 2007
dolor
El aire frío inundaba el vagón, por primera vez en mucho tiempo probablemente, era de esas pocas horas al día en que el tren no estaba atestado de personas. Le dolían los dientes, talvez por el mismo frío que la recorría, habría preferido mil veces no tenerlos, chocar contra el suelo del tren y quitárselos de una buena vez. Pero no lo hizo, nunca hacia lo que pensaba.
domingo, 19 de agosto de 2007
del dolor
En la calle los niños siempre se reían cuando pasaba. Le gritaban cosas. Tiraban de su pelo largo, ese que tanto le gustaba a la abuela. Durante muchas noches planificó su venganza. Tendría que dañar a muchos para sentirse mejor. Se lanzó en la Estación los Héroes, a la hora del regreso a casa.
lunes, 6 de agosto de 2007
algo
las horas pasan, pero esta vida se queda quieta, mirándome, como riéndose de todas mis malditas certezas, como burlándose de mi alegría basada en nada, como agrietada por tantas heridas que me he hecho sin saber herir a nadie.
las horas pasan, pero es como si el tiempo estubiese ajeno a mi, como si yo me quedara quieta mientras el mundo avanza, evoluciona, crece y se destruye a mi al rededor, y yo los miro con cara de idiota, sin saber que hacer para ser como ellos, para ser alguien al fin. Y me doy rabia, porque no camino, porque no me muevo. Por que soy cómplice de mi propio fin, de la sangre que expulsan mis laceraciones, victima de mi propia maldad, heredera de mi estúpida condición de muchacha inocente, con rumbo perdido y caminata a tropiezos.
yo siempre quise llegar a ser alguien, no tuve mayores aspiraciones, pero la vida me devuelve su reflejo indigno y lastimero, su reflejo manchado con escupos, lágrimas y mocos, y me doy cuenta de que ni siquiera llegué a ser lo más mínimo, no le importé a nadie, no hice nada por nada, me morí y esta puta vida no me avisó.
y seguir respirando porque el cuerpo ya se acostumbró, y este corazón que late y no sirve de nada
las horas pasan, pero es como si el tiempo estubiese ajeno a mi, como si yo me quedara quieta mientras el mundo avanza, evoluciona, crece y se destruye a mi al rededor, y yo los miro con cara de idiota, sin saber que hacer para ser como ellos, para ser alguien al fin. Y me doy rabia, porque no camino, porque no me muevo. Por que soy cómplice de mi propio fin, de la sangre que expulsan mis laceraciones, victima de mi propia maldad, heredera de mi estúpida condición de muchacha inocente, con rumbo perdido y caminata a tropiezos.
yo siempre quise llegar a ser alguien, no tuve mayores aspiraciones, pero la vida me devuelve su reflejo indigno y lastimero, su reflejo manchado con escupos, lágrimas y mocos, y me doy cuenta de que ni siquiera llegué a ser lo más mínimo, no le importé a nadie, no hice nada por nada, me morí y esta puta vida no me avisó.
y seguir respirando porque el cuerpo ya se acostumbró, y este corazón que late y no sirve de nada
viernes, 3 de agosto de 2007
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